DIOS COMO YO LO ENTIENDO
La oración en mis inicios de renuencia y prejuicio, se tornó como causa de tropiezo debido a la confusión con la que me fui desarrollando en el transcurso de mi vida.
Nací en un seno familiar donde la educación teológica me indicaba a un Dios castigador, al igual que bondadoso. No obstante, mi propio dios, el de la autosuficiencia, desplazó al Dios de mis padres.
La carrera de la prepotencia de mi juventud me indicó que todo acto realizado por mí tenía razón de peso; no obstante, los resultados indicaron lo contrario.
Fui internado en el año de1985, sin aceptar mi condición, y volví a beber. Posteriormente, fui abordado por mi padrino durante algún tiempo, ¡ valla que le di trabajo! finalmente llegué al Grupo de AA. Me sugerían que tuviera fe en algo, o en alguien superior a mí, y fue el acabose. Inició mi derrota con resistencia, mucha, diría yo.
No obstante, con la guía espiritual, muy a su modo, mis padrinos me indicaron que debería iniciar, tratando de creer en un Poder Superior a mí.
Hoy, a través del tiempo, entiendo y siento que orar ante Dios es lo fundamental, como un acto de derrota a mi autosuficiencia y egocentrismo. No importa qué palabras o de qué manera lo haga. Lo importante es la comunicación con Dios, como yo lo entiendo.
Él me contesta, da respuesta y me sugiere que me ocupe de alguna manéra de trabajar Su Paso Doce.
Finalmente, deseo compartirles mi experiencia espiritual con relación a mi conversión, y concepción de mi Dios hacia mi persona: creo en Dios, tengo fe en Él, no sólo en la bonanza, sino también en la adversidad.
Siento la necesidad de recurrir a Él, aún cuando mis actos se manifiestan en el diario vivir. Continúo en busca del sano juicio, no como una perfección, sino como un adelantamiento espiritual.
SI, SOY ALCOHOLICO
Ingresé a AA acabado en todos los sentidos: física, moral, económica y socialmente. En la tribuna decía: “Soy Ricardo y soy alcohólico”, sólo porque los demás miembros así se presentaban, y yo lo hacía por imitación; aun así, estaba dejando de beber. Transcurrieron los primeros días y me sentía muy raro, no sabía qué era, pero me estaba gustando. Ahora puedo decir, que fue la manifestación de Dios como yo lo concibo. Pasaron los primeros meses y continué en el Grupo; me motivé para hacer el aseo del local, lavar las tazas y a llegar puntual al Grupo.
El tiempo pasó y seguía en el Grupo. Mi familia empezaba a tenerme confianza, principalmente mi compañera, no así mis hijos mayores, que me veían con recelo. Estaban temerosos, con el sólo hecho de pensar ¿cuándo llegará borracho? Seguí constante en el Grupo, consultaba a los más viejos y todo me iba favoreciendo.
En ese tiempo me tocó participar en varios aniversarios de mis compañeros y me sentí motivado para hacer el mío. Y así fue, los compañeros de Grupo dijeron que si celebraba mi aniversario, ellos darían el pastel y se haría una junta de información al público.
Sentí una gran alegría de poder decirles a las personas que AA sí funciona. Quería que me vieran, que supieran que había dejado de beber por un año, que era algo maravilloso; sin saber que sólo era manifestación de mi orgullo, tal y como estaba acostumbrado.
Llegó el día y todo estaba preparado. Asistieron las personas no alcohólicas y compañeros de otros Grupos. La mesa de coordinación estaba al frente y sobre ella un pastel con las letras: Felicidades Ricardo, también aparecía el logotipo de AA.
Estaba sentado a un lado del Coordinador y me había barnizado muy bien para que me vieran lleno de felicidad. El Coordinador llevó la secuencia de la reunión, hasta que me tocó el turno de compartir cómo me había sentido durante un año sin beber.
Mi corazón se hizo chiquito, al fin tendría que decirle a mi esposa y a mis hijos, que por cierto estaban sentados enfrente de mí, lo mucho que los quería y lo mucho que los había dañado. Casi lloré en tribuna, pero me contuve (orgullo); dije muchas cosas más. Enseguida bajé, y todos me aplaudieron, volví a la tranquilidad. El Coordinador preguntó si algún familiar mío quería pasar a decir algo. Vi como mi esposa se puso de pie y caminó hacia mí, puso sus manos en mis hombros y empezó a hablar. Dio gracias a Dios, primeramente, y luego les contó de todo el sufrimiento que pasó a mi lado. Ella sí habló sin egoísmos, ella sí dijo que AA estaba haciendo el milagro conmigo y con mi familia; ella sí lloró de alegría. Contagió a todos los presentes narrando su vida al lado de un alcohólico. Entonces, sí que me puse a llorar amargamente, no me importó si me veían o no. Quería decirle que me perdonara, que no había sido mi intención causarle tanto daño; todos llorábamos. Poco a poco se fue tranquilizando. Enseguida, el Coordinador preguntó si había alguien más que quisiera participar.
Mi sorpresa fue que mi hija se levantó de su asiento y dirigiéndose a mí se paró a mi lado. Para eso, mi esposa se quedó a mi lado abrazándome, mi hija hizo lo mismo y empezó a hablar, diciendo: “Papá, a pesar de todo, nosotros te queremos. Hemos sufrido mucho contigo, pero esos días ya quedaron atrás. Ahora, puedo decir que tengo un papá de verdad”. Todo lo que siguió diciendo ya no pude captarlo. El llanto me ahogaba. Las personas estaban estáticas, sumidas en un silencioso llanto y un ambiente de nostalgia, mezclada con alegría reinaba en el lugar, interrumpido sólo por la voz entrecortada de mi hija que seguía hablando y llorando.
Compañeros en AA, sólo hasta ese instante sentí un gran alivio interior, hasta que escuche a mi esposa y a mi hija, reflexioné en lo que estaba haciendo en AA. Puedo decirles que ese día y en ese momento, me acepté realmente como alcohólico. Para mí fue mi primera experiencia espiritual, porque sentí la presencia de Dios dentro de mí, sentí que Dios estaba entre nosotros.
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